EL ANGLICANISMO (I).
Por: Arzobispo Primado Carlos Rivero Pérez.
Iglesia Anglicana de la República Bolivariana de Venezuela.
1.- Orígenes:
Se remonta a
la antigua Britania ocupada por los celtas que vivían en las diferentes islas
que la conformaban. Su historia se fue tejiendo de leyendas, mitos y
costumbres, estás últimas sirvieron como base del derecho consuetudinario y de
la Carta Magna inglesa.
Según estas
leyendas, José de Arimatea, Nicodemo y María (Miriam) Magdalena (o de Magdala)
llegaron a Britania el año 47 después de la criminal crucifixión y posterior
resurrección de Jesús de Nazaret cuando los dirigentes judíos habían iniciado
una férrea persecución contra los apóstoles, discípulos y demás seguidores del
nazareno. Así, con la predicación del kerygma, comenzó la cristianización de los
celtas
2.- Concepto:
Es la
denominación que tomó la Iglesia Católica reformada en Inglaterra en la primera
mitad del siglo XXI. Su nombre se refiere a esa concepción: Iglesia de
Inglaterra en tiempos del reinado de Enrique VIII. Estaba integrado por una
combinación católico-calvinista así:
Del
catolicismo conservó el aspecto externo:
las fiestas religiosas, los cantos litúrgicos, los ornamentos sacerdotales y la
jerarquía clerical hasta la dignidad de Arzobispos. El líder espiritual más
elevado de la Iglesia Anglicana es el Arzobispo de Canterbury. Mientras que el
jefe por supremacía de la Iglesia Anglicana y Jefe en lo político es el rey o la reina de
Inglaterra. Al Papa o Su Santidad no se le considera sino como "Obispo de
Roma".
Del calvinismo
tomó los dogmas, los sacramentos y la
imposición de la lengua nacional para las oraciones, la Biblia como norma de
fe, moral y conducta que contiene todo lo necesario saber para la salvación.
En
consecuencia creen en la predestinación, en los sacramentos del bautismo y la
eucaristía, llamada también santa comunión o Cena del Señor, que hacen bajo las
dos especias de pan y vino natural de uvas y en la cual consideran la presencia
espiritual de Cristo. Su culto no tiene como base la misa según el Rito Romano
(según el Libro de Oración Común), sino una asamblea similar a la calvinista,
para oír predicas, orar y cantar himnos y salmos; todas las oraciones y cantos
se hacen en Inglés. Para las oraciones, todos los anglicanos siguen el Libro de Oración Común (1549) elaborado por
Tomás Cranmer.
EL ANGLICANISMO (II).
El proceso de imposición.
El
anglicanismo se estableció como credo particular de Inglaterra, con las
características anteriores (I), propiamente con la reina Elizabeth I (Isabel
Tudor). Sin embargo, la historia de su origen e integración se desarrolló
paralela al gobierno de los cuatro monarcas Tudor (dos reyes: Enrique VIII y su
hijo Eduardo VI y dos reinas, también hijas de Enrique VIII: María I y
Elizabeth I), que siguieron a Inglaterra entre 1509 y 1603.
a) Enrique
VIII (1509-1547) Período de la "Iglesia Católica Nacional". Enrique
VIII, sucesor de Enrique VIII, triunfador éste en la Guerra de las Dos Rosas,
se destacó con cuatro matices: 1. Fue inicialmente un católico destacado que
mereció el título de "Defensor de la Fe" dado por el Papado cuando
tomó públicamente posición contra Lutero (1521).
2. Impuso una
"Iglesia Católica Nacional"; todos los dogmas y disciplinas iguales
al catolicismo romano con excepción de la jerarquía: en lugar de ser el Papa el
jefe máximo, lo era el Rey. Esto se debió a la negativa papal de concederle la
anulación de su matrimonio con Catalina de Aragón, tía de Carlos V de España
(quién había hecho prisionero al Papa Clemente VII por haber establecido
convenios con el rey Francisco I de Francia, enemigos de Carlos I). Enrique
VIII quería un heredero varón sucesor al trono y Catalina le dió a María;
quería igualmente casarse con Ana Bolena, dama de la corte. El alegato que el
rey consideró de peso fue su parentesco por afinidad con su esposa cuando se
celebró el matrimonio: Catalina era viuda de su hermano Arturo y en
consecuencia su cuñada, por lo cual el Papado debió darle dispensa en aquella
ocasión. Ahora Enrique pedía la anulación de ese matrimonio porque no era
válido el casarse entre cuñados. El Papado no cedió por temor al emperador
Carlos V, quien tenía en cautiverio al Papa Clemente VII. El rey buscó y logró
la aprobación del Parlamento Inglés, del Consejo Real y de los teólogos de las
universidades de Oxford, Cambridge y París (1531). Así se separaba de la
Iglesia Católica Romana. Por ello fue excomulgado (Excomunión que levantó el
Papa Juan Pablo II, en 1980).
3. Impuso el
divorcio civil y la nulidad eclesiástica, y lo practicó a su antojo: se casó
seis veces y la mayoría de sus matrimonios fueron problemáticos. Sus espadas
fueron, sucesivamente: Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos (fue la
madre de María Tudor), de quién se divorció; Ana Bolena (madre de Elizabeth), a
quien hizo ejecutar bajo la acusación de adulterio; Juana Seymur (madre de
Eduardo), quien murió a consecuencia del parto; la alemana Ana de Cleves, de
quién se divorció después de haberse dado cuenta de que el matrimonio lo había
hecho sin amor; Catalina Howard, que corrió con la misma suerte en acusación y
pena que Ana Bolena y, finalmente, la única esposa que le sobrevivió: Catalina
Parr.
4. Desencadenó
persecuciones contra los católicos y protestantes: aquéllos se oponían al cisma
y éstos querían una reforma real, no un arreglo con el catolicismo. Numerosos
monjes y seglares fueron ejecutados. Entre los mártires destacan el arzobispo
Fisher y el canciller Tomás Moros, quienes prefirieron la muerte antes que
acatar las decisiones cismáticas votadas por los parlamentarios y consejeros
bajo la guía del rey.
EL ANGLICANISMO (III).
b)
Eduardo VI (1547-1553): Calvinismo.
María
I (1553-1558): Catolicísimo.
Eduardo VI
llegó al poder muy joven, por lo cual tuvo sucesivamente como regentes, a su
tío Eduardo Seymur, duque de Somerset y a Warwick, duque de Northumberland.
Éstos, junto con Thomas Cranmer, arzobispo de Canterbury, permitieron la
entrada del calvinismo, que tomó el nombre de puritanismo. El Parlamento aprobó
la imposición de los ritos en inglés, la abolición de la misa como sacrificio y
el matrimonio de los sacerdotes. No fue permitido otro culto en toda
Inglaterra. María I, por el contrario, era católica romana. Su reinado fue
acogido inicialmente y logró reponer la práctica del catolicismo romano, pero
decidió casarse con Felipe II de España, acto que los ingleses consideraron
hostil; no querían a los extranjeros y mucho menos a los españoles. Para imponerse,
María Tudor debió implantar tribunales que juzgarán sumariamente a los
protestantes. Se cuenta que trescientos de ellos fueron quemados, entre ellos
el arzobispo Thomas Cranmer. Estos juicios le valieron el apodo, por parte de
los reformistas, de "María la Sanguinaria".
c)
Elizabeth I (1558-1603): Anglicanismo.
Elizabeth I impuso el absolutismo en
Inglaterra pero, no porque todas las decisiones las tomara autoritariamente
sino porque convencía al Parlamento si te las medidas que deseaba poner en
práctica. El Parlamento aprobó los dos estatutos legales más importantes sobre
la religión: el Acta de Supremacía y el Acta de Uniformidad:la primera
desconocía la autoridad del Papa sobre el anglicanismo y ponía en su lugar la
autoridad del Rey (o Reina en su caso) y la segunda imponía el culto en inglés
en vez de latín y el "Commen Prayer Book" ("Libro de Oración
Común" de Thomas Cranner, 1549) como libro oficial que debía ser usado por
todos los habitantes del reino; así mismo, se impuso la predicación según el
"Libro de las Homilías", también de Thomas Cranmer.
La confirmación de la nueva iglesia
nacional se logró definitivamente con Elizabeth I en sus dos aspectos católico
pero no romana y calvinista pero no protestante (puritana). Los católicos
romanos se rebelaron y fueron perseguidos. Cerca de ciento cincuenta monjes y
un número igual de nobles murieron en el patíbulo. Durante todo el reinado de
Elizabeth I, se perpetraron infructuosamente, cuentos de intentos de magnicidio
ordenados por jerarcas católicos romanos. Elizabeth I, nuncq contrajo
matrimonio, ni se le conoció amantes, ella
se dedicó a gobernar para su pueblo. Cuando murió, toda Inglaterra lloró
a su amada reina, a quien llamaron: "La reina virgen".
EL MOVIMIENTO DE OXFORD (1883).
El movimiento de Oxford fue un resurgimiento religioso que se originó entre los profesores (teólogos en su mayoría) de la universidad de Oxford en 1883. Este movimiento resaltó los orígenes apostólicos y universales de la Iglesia anglicana. Los partidarios de este movimiento sostenían que la reforma inglesa no había interrumpido la misión apostólica y que la Iglesia anglicana constituía una ramificación de la Santa Iglesia católica, a la que también pertenece la iglesia de Roma y la iglesia ortodoxos griega. Los principales dirigentes de este movimiento fueron los teólogos británicos: John Keble, John Henry Newman y Edward Bouverie Pusey, todos ellos relacionados con la universidad de Oxford.
Sostenían que la Iglesia anglicana como parte de la iglesia católica y apostólica creada por instancia divina, era más que una institución humana y que los obispos anglicanos eran los legítimos sucesores de los apóstoles; que la Iglesia anglicana representaba la vía media entre el catolicismo de Roma y el protestantismo luterano, considerado por ellos como abominables, y anunciaban que la iglesia sólo podía salvarse volviendo a sus orígenes católicos y apostólicos.
Este movimiento realizó importantes contribuciones a la Iglesia anglicana: Restauró la dignidad de la iglesia y la de sus miembros; revivió el interés por la teología, las Sagradas Escrituras, la espiritualidad bíblica y por la historia eclesiástica; fortaleció la predicación homilética, la apreciación de la liturgia católica e inspiró nuevos logros artísticos tanto en la música eclesiástica, como en su arquitectura sacra; provocó además, la organización de comunidades religiosas y propició una nueva conciencia de la responsabilidad social de los cristianos, evidenciada por el establecimiento de misiones anglicanas en los barrios pobres de las ciudades londinense.
La oposición de los obispos británicos entre 1888 y 1889 trajo consecuencias muy lamentable que terminaron en persecuciones, excomuniones, apostasía y muchos clérigos abandonaron la iglesia anglicana y se integraron a la iglesia católica romana, a la que se unió en 1885 el propio John Henry Newman (quien llegó a ser cardenal y elevado recientemente a los altares), e incluso algunos defensores del movimiento fueron encarcelados y ajusticiados.
Los partidarios del movimiento de Oxford que
permanecieron dentro de la Iglesia anglicana recibieron más tarde el nombre de
anglocatólicos.
¿QUIEN ES MARÍA DE NAZARET?
María de Nazaret una jovencita núbil como cualquier otra muchacha judía. Pero con un alma grande, con un gran amor en su corazón.
María de Nazaret una muchacha religiosa con una sensibilidad espiritual profunda para escuchar en silencio la voz de Dios. Ella estaba muy familiarizada con las Sagradas Escrituras y la Talmud judía. María de Nazaret es la agraciada, la favorecida, la bienamada de Dios, la bendita entre todas las mujeres de Israel, en quien Dios fijo su mirada, como una flor que en el jardín a Dios enamoró.
María de Nazaret es la plena de gracia, la amada de Dios, su elegida a quien le confirió gracia y bendición para ser la Madre de su Hijo Yeshua Emmanuel, el Salvador, el Dios con nosotros, el Unigénito y ungido (Christus) del Padre, el Mesías. María de Nazaret es la virgen madre que sin conocer varón, llevó en su vientre y dió a luz al Redentor de la humanidad. María de Nazaret es la mujer pobre y protectora del Hijo de Dios-Espíritu Santo; y quién sufrió la persecución de Herodes, y el forzado exilio en Egipto, la subversiva por defender al amor divino.
María de Nazaret fue la primera discípula del Maestro de Galilea Jesús de Nazaret. Ella fue la primera creyente y la más fiel seguidora de Jesús-Mesías. Le acompaño en su infancia, le enseñó en su adolescencia, le contempló en su juventud durante su vida oculta en Nazaret; y le siguió en su vida pública desde Nazaret hasta el monte de el calvario, llamado "la calavera". Lloró y sufrió su pasión y crucifixión, lo tubo muerto entre sus brazos, lo colocó en el sepulcro y finalmente, lo adoró resucitado.
María de Nazaret es modelo de creyente, bastión del sufrimiento, madre de los apóstoles, maestra de oración y enseñanza divina. María de Nazaret no es una reina, ni una diosa, no es medianera de las gracias, ni es corredentora, pero si es consoladora de los afligidos, compañera de camino, modelo de entrega a Dios y servicio al prójimo.
Ella
nos enseña a hacer la voluntad de su Divino Hijo.
Ella
no es objeto de adoración, ni de devoción, sino de admiración y emulación.
Ella
es la sonrisa y la maternal ternura de Dios.
Ella
es la esclava del Señor-Dios. En la que Dios se desbordó de amor.
Ella es la Bienaventurada Siempre Virgen María, Madre de Jesús y madre nuestra.
Madre Admirable. Madre Amable. Madre del
consuelo. Madre del Amor Divino.
Cuánto tenemos que aprender de Ella, y cuánto debemos de agradecer a ¡Ella!... Ave María, Madre de Dios-Hijo llévanos de la mano a Jesús. María de Nazaret es la mujer que huye al desierto protegiendo al hijo que dio a luz y que el dragón quiere devorar. Ella es la mujer del Apocalipsis.
MARÍA EN EL CORAZÓN DE LA IGLESIA ANGLICANA (I)
La Virgen María está en el Corazón de la Iglesia Anglicana. Los anglicanos tenemos bien claro que la Virgen María es la Madre de Dios-Hijo (Yeshua), por eso se venera, no se adora como Teothokos (Madre de Dios). Ella es la primera creyente cristiana y la primera esclava del Señor. Ella aunque es hija de Dios-Padre, Rey Todopoderoso, no es ni princesa, ni reina. Ella es la Madre del Redentor de la humanidad entera, pero no es corredentora. Ella es la Madre Dolorosa que contempla en silencio todo el drama y sufrimiento de la pasión, muerte y resurrección de su amado y único Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Ella es la Madre de todos los hermanos y discípulos del Señor. Ella es la ternura y la sonrisa de Dios que consuela a la humanidad que sufre y llora ante las injusticias y la maldad.
A la Virgen María no se le rinde culto de adoración público, ni se le reza, a ella se le imita y se le ama. La Virgen María nos enseña a hacer la voluntad de Dios en Cristo Jesús, bendito Señor y Salvador nuestro.
Dichosa tú Virgen María que llevaste en tu seno al Hijo del Eterno Padre. Dichosa tú qué has creído, porque todo cuánto te dijo el Señor en tí se cumplió. Dichosa tú Virgen María, mujer pobre y humilde, que alcanzaste ser la agraciada (llena de gracia) de Dios. Salve preciosa doncella, ruega a Cristo por nosotros.
Virgen María, bendita eres por siempre entre todas las mujeres por ser la nueva Eva y el arca de la Nueva y Definitivamente Alianza.
MARÍA EN EL CORAZÓN DE LA IGLESIA ANGLICANA (II).
En la Iglesia Anglicana no existe oficialmente ningún culto litúrgico (común y público) o devoción tributada a la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios-Hijo, ya que no se puede probar por las Sagradas Escrituras. Sin embargo, los llamados "anglo-católicos" profesan cierta admiración a la Virgen María, con el título de "Nuestra Señora de Walsingham" y la consideran Patrona de Inglaterra. La Virgen María está vinculada estrechamente al Misterio de Cristo Jesús: en La Anunciación, La Encarnación, La Visitación, La Presentación del Señor, La Natividad y La Epifanía del Señor a los pueblos paganos (no judíos); y por supuesto, la Virgen María está asociada al Misterio Redentor de Cristo: pasión, muerte y resurrección del Señor. También la vemos, presente activamente con los apóstoles en el Cenáculo de Jerusalén, el día de la portentosa manifestación del Espíritu Santo, en plena celebración del Pentecostés judío.
El Calendario Litúrgico Anglicano contenido en el Libro de Oración Común (LOC), establece entre sus fiestas:
1
de enero: Fiesta: Santo Nombre de Jesús (y María, Madre de Dios-Hijo).
2
de febrero: Fiesta de la Presentación de Nuestro Señor Jesucristo en el Templo
y la Purificación de la Virgen María.
25
de marzo: Fiesta de La Anunciación del Señor a la Virgen María.
31
de mayo: Fiesta de La Visitación de la Bienaventurada Virgen María.
25
de agosto: Fiesta de Santa María, Virgen y Madre de Nuestro Señor Jesucristo.
25 de diciembre: Natividad de Nuestro Señor Jesucristo.
Cómo se puede observar en el Calendario, las "celebraciones marianas" están ocultas bajo el velo del Misterio del Verbo Encarnado, lo que indica que no se celebra o rinde culto público a la Virgen María, sino de forma indirecta mediante las celebraciones cristológicas y cristocéntricas: "por Cristo con él y en él." Por otra parte, en el LOC no aparece ninguna oración dirigida directamente a la Virgen María. Ella permanece abyecta, silenciosa y oculta dentro del Misterio de Cristo; más sin embargo, el LOC recoge directamente como Cántico Bíblico de la Virgen María: El Magnífica, e indirectamente, como en segundo plano, la nombra por su relación estrecha y maternal con el Salvador: Por ejemplo: en las oraciones colectas de La Anunciación (LOC, pág. 156), La Visitación (LOC, pág. 157), Santa María Virgen (LOC, pág. 160). Además, en el LOC ni siguiera aparece como oración dirigida a la Virgen María, el "Ave María" o la "Salve Regina", pero fueron cantadas en los devocionales monásticos del siglo VIII d. C. Y la razón teológica es que "la obtención de la salvación eterna es sólo y únicamente por la mediación del Santo y Glorioso Nombre de Cristo Jesús (Artículo XVII de la Religión Anglicana); quien tomó de la sustancia del seno materno de la Virgen María su naturaleza humana (Artículo II de la Religión Anglicana).
En conclusión. La Virgen María está presente en el Corazón de la Iglesia Anglicana, así como está presente, abyecta, silenciosa y oculta en la celebración litúrgica del Misterio del Verbo Encarnado y Glorificado. A Dios, mediante Jesucristo y en comunión con el Espíritu Santo sea toda honra y toda gloria ahora y por siempre. Amén.
MARÍA EN EL CORAZÓN DE LA IGLESIA ANGLICANA (III).
Entre 1600 y 1700 d. C. Surgió en la Iglesia Anglicana un período denominado: "El Siglo de Oro de la Teología Anglicana", destacándose desde sus inicios el teólogo Hooker hasta llegar al teólogo Huches. Los grandes teólogos de este período fueron llamados "Carolinos", porque florecieron durante los reinados de Carlos I y Carlos II. Generalmente sus temas estaban dominados por el pensamiento polémico del catolicismo inglés. Los llamados "temas mariológicos" más controvertidos y condenados por los protestantes anglicanos tuvieron gran relevancia en esta época.
Dichos teólogos enseñaban que María era la "Teothokos Madre de Dios-Hombre y la Vírgen Madre de Dios-Hijo", títulos que todos reconocieron y aceptaron. Algunos teólogos, admitieron otros títulos como: "María, plenitud de la gracia divina" (Andrewes, 1555-1626; Hall, 1574-1656; Frank, 1613-1664; Taylor, 1613-1667; Stafford, 1587-1645; Pearson, 1612-1686; Ken, 1637-1711; Hickes, 1642-1715). "María, el puesto más alto en el cielo" (rey Jacobo I, 1566-1625). "María, Inmaculada y Asunta al cielo" (Stafford; Hickes); "María, inmune de todo pecado" (Taylor, Clagen, 1646-1688, Stafford). "María, modelo de virtudes cristianas" (Taylor). "María, digna de todo honor, excepto la adoración" (Pearson). "María, Madre de todos los hombres" (Ken, Henry Vaughan, 1622-1695). "María, mujer de fe tan grande como la de Abraham" (Hickes). "María, santa en cuerpo y en el alma, más que cualquier otra criatura" (Cosin, 1594-1677). "María, puerta del cielo y mujer del Apocalipsis" (Frank).
Estos teólogos fueron los exponentes y padres fundadores de estás "enseñanzas mariológicas" que incluyeron por centurias en la doctrina espiritual de los anglo-católicos de la Comunión Anglicana en el mundo. En la actualidad, algunos anglo-católicos conservan estás enseñanzas, pero de manera privada, incluso rezan el Rosario Mariano igual que los católicos romanos.
En conclusión. Los anglicanos son libres de profesar hacia la Bienaventurada Virgen María, su amor, su confianza como madre celestial, y compañera de camino en la fe en Cristo nuestro Señor y salvador.
Fuentes consultadas: Historia de la Iglesia Anglicana.
Por: Rvdmo. Óscar Rodríguez, Obispo Anglicano de la República de Chile, 2000.
Historia de la Iglesia Episcopal de la República de Colombia. Por: Rvdo. Pbro. Sebastián La
Torre, 1986.
VALIDEZ Y LICITUD DE ORDENACIONES
TOMADO DE UNA PUBLICACIÓN
Validez de las Ordenaciones Católicas no romanas.
Recomendamos fervorosamente esta lectura, para alcanzar conocimiento y evitar se nos instruya en el error. Con frecuencia, las Iglesias Católicas Apostólicas no romanas, sean Nacionales, Vetero, Anglicanas, Tridentinas, Cristiano-Católicos, Ortodoxas Occidentales, Ortodoxas Orientales o Sedevacantistas son blanco de críticas por algunas jerarquías romananistas, tras considerarlas irregulares.
Argumentan que tanto sus obispos como sus sacramentos no son reconocidos como católicos, pero los siguientes documentos históricos irrebatibles no dicen lo mismo.
El primer Concilio Niceno (a 325) se expresó claramente a este respecto hablando de los novacianos: “Sobre los que se llaman Catharos (esto es, limpios) si vinieren a la Iglesia Católica, agradó al Santo y al Gran Concilio que, recibiendo la imposición de manos en penitencia, permanezcan como están en el clero.
Conviene que, sobre todo, profesen por escrito que reciben y siguen todos los dogmas de la Iglesia Católica y Apostólica”. Los Santos Padres pensaron que la imposición de manos o la Ordenación producen sus efectos aunque proceda de un ministro indigno. Es un sacramento y una acción de Cristo, que no queda desvirtuada por la iniquidad del instrumento. Este principio general de Teología Sacramental Patrística tiene ahora su manifestación concreta en el Sacramento del Orden.
San Jerónimo dice igualmente: si el que bautiza en su fe herética no puede dañar al bautizado, tampoco el que en su propia fe herética hace la ordenación del sacerdote le mancha”. San Agustín (354-430): “no hay ninguna razón porque quien no puede perder el bautismo pueda perder el derecho a darlo, porque uno y aún los mismo propósitos que venían de un cisma han sido recibidos, aún cuando pareciese ser necesario que desempeñasen los mismos oficios que antes desempeñaban, o han sido ordenados de nuevo, sino que, lo mismo que el bautismo, la ordenación permaneció íntegra, puesto que en la separación o cisma hubo un vicio, pero no en los sacramentos, que son los mismos dondequiera que estén... Si nosotros procedemos mal, que expliquen ellos como no pueda perderse el sacramento del bautizado, y pueda perderse el sacramento del ordenado, que dicen: “al apartarse de la Iglesia no perdió el bautismo pero sí el derecho a darlo”. Porque si uno y otro es sacramento, de lo cual nadie duda, ¿por qué aquel no se pierde y este sí se pierde? Ni a uno ni a otro sacramento hay que hacer injuria”.
Una de las razones de esta aceptación de los Sacramentos conferidos por herejes, cismáticos y pecadores la daba San Agustín: “una cosa es no tener algo, y otra cosa es tenerlo ilegítimamente o usurparlo ilícitamente. Los sacramentos hay que reconocerlos y venerarlos”. Otras razones eran la “Costumbre” o Tradición de la Iglesia y la consideración de que los Sacramentos eran “acciones de Cristo”, cualquiera que fuese el instrumento humano.
Más adelante (440-461), San León Magno no rechazará de la dignidad de Obispo a un cierto Máximo, que se había ordenado en el cisma Donatista. Anastasio II (a. 496) no dejó de admitir la validez de las ordenaciones en el cisma de Acasio; porque Cristo es el que hace los sacramentos, ni queda limitada su virtud fecunda, aunque pase por lugares inmundos.
San Gregorio Magno (a. 601) admitirá las ordenaciones conferidas por nestorianos como válidas, escribiendo a los Obispos de Iberia (Giorgia): “...sin ninguna duda, vuestra Santidad los reciba (a aquellos nestorianos convertidos) en su propio grupo, guardándoles sus propias órdenes, para que, procediendo con mansedumbre y no haciéndoles contradicción o dificultad por sus propias órdenes, los arranquéis de la boca del antiguo enemigo”.
León XIII (a. 1896), sí decretó inválidas las ordenaciones anglicanas, no fue razón de haber sido conferidas por quienes estaban fuera de la Iglesia Católica Romana, sino solamente por vicio de forma e intención. La validez de las órdenes conferidas por herejes o cismáticos, de suyo siempre la ha reconocido la Iglesia.“Los sacerdotes dan su bendición no por propia virtud -escribe Hestiquio de Jerusalén- sino que, porque llevan la imagen de Cristo, pueden por Aquél que está en ellos dar la plenitud de la bendición”.
No se puede pues, absolutamente pensar en las cristiandades separadas como en comunidades absolutamente extrañas, separadas de la Iglesia, donde se conserva el carácter sacramental se conserva también un vínculo con la Iglesia única. Todos los cismas contra la unidad de la Iglesia no pueden consumar completamente la división en tanto la parte que se ha separado no haya repudiado también el Sacramento del Bautismo y destruido con ello todo vínculo de carácter sacramental.
Es oportuno recordar que un niño bautizado no es, con el bautismo, incorporado al cisma, sino a la iglesia Una, aún cuando aquel que administra este sacramento no conozca a la Iglesia, aún cuando intente explícitamente excluirla con tal que su primera intención sea la de querer hacerle cristiano. La voluntad de los hombres no puede destrozar ni modificar una decisión divina: También los cismáticos en la medida que son cristianos, pertenecen siempre a la iglesia que es Una en la unidad de su sacerdote.
HOY EN DÍA ya no se duda de consagraciones episcopales verificadas hasta en sujetos que no habían recibido previamente el presbiterado u orden sacerdotal. Al recibir la Consagración de Obispo, quedaban ordenados con la plenitud del Sacerdocio y poseyendo las capacidades sacramentales del Presbiterado. De San Ambrosio de Milán, elegido Obispo siendo catecúmeno, se vino creyendo hasta ahora que pasó por todos los grados del clericato; pero ciertamente no aconteció así con otro catecúmeno que, como refiere San Gregorio Nacianceno, elegido también, fue bautizado y, de simple laico fue ordenado. Otro laico que, estando casado y siendo abogado, de laico recibió la Consagración Episcopal, es San Filogonio, cuyo ministerio ensalza San Juan Crisóstomo. Por San Agustín sabemos de la Consagración para Obispo de un simple lector. Estaban preparadas todas las cosas para consagrar a uno de los sacerdotes y había un Obispo de fuera de Hipona para intervenir en la ceremonia; pero ésta no podía realizarse como se había pensado, porque el candidato se había retirado.
Entonces San Agustín, Doctor y Padre de la Iglesia: para que no fuera inútil la vanidad del otro Obispo, sustituyó al presbítero por un lector. Se cuentan treinta y cuatro diáconos romanos que antes de acabar el siglo IX, en aquella Iglesia fueron consagrados Obispos de Roma o Papas, directamente sin pasar por el Presbiterado u Ordenación Sacerdotal. Respecto del Papa Juan XIII (965-972), cuya carrera eclesial se conoce por la lista de órdenes que había recibido, se ha podido constatar que el diácono pasó directamente al Episcopado.
RESUMIENDO: El Obispo tiene en virtud de la Consagración Episcopal, una potestad de Confirmar y Ordenar, que no se le puede quitar, porque si la Iglesia pudiera anular esta potestad, es lógico creer que lo hubiera hecho en caso de cisma, herejía, etc.; y sin embargo nunca lo ha hecho. Al contrario, es un principio reconocido en teología sacramentaria la validez de las ordenaciones conferidas por Obispos cismáticos y herejes. Todo lo cual es indicio cierto de que la potestad Episcopal viene de un sacramento y de un carácter impreso en el alma; no de un mero mandato, o de misión externa o jurisdicción comunicada por la Iglesia en la persona del Papa.
¿QUÉ SIGNIFICA El TÉRMINO CATÓLICO?
El término Católico (del griego καθολικός, “universal” ha sido profusamente usado en la eclesiología del cristianismo. Según el credo del Concilio de Constantinopla del año 381, la Iglesia Universal se define por cuatro improntas o notas esenciales: «una, santa, católica y apostólica».
La expresión proviene de una carta enviada por San Ignacio de Antioquía a los cristianos de Esmirna alrededor del año 106, en la que se designa como «Iglesia católica» a la Iglesia universal en comunión con el Obispo de Roma frente a varios grupos heréticos.
El término, que también se utiliza en el Martirio de Policarpo y en el Fragmento Muratoriano, fue estudiado por diversos Padres de la Iglesia, como Cirilo de Jerusalén, Agustín de Hipona y Vicente de Lerins. Tras la Reforma diferentes Iglesias Históricas utilizan el término «Católicos» para referirse Universalmente a los creyentes en Jesucristo a lo largo de la historia y la geografía
Históricamente las Iglesias Ortodoxas, Anglicana, Luterana y algunos Metodistas afirmamos nuestra «Catolicidad» en el sentido de ser herederos de la primitiva Iglesia fundada por los Apóstoles. Cuando el termino católico surgió, lo importante no era estar en comunión plena con el obispo de Roma, sino con los tetrarcas romanos, que eran emperadores del patriarcado de Roma, Antioquia, Bizancio y Jerusalén, todavía no existía primacía del Obispo de Roma, y mucho menos se usaba para él el término “Papa”, término, acuñado por el obispo de Roma Siricio (384-399), quien fue el primero en llamarse a sí mismo “Papa” (del griego pappas) era un nombre reverenciamos y cariñoso para padre, utilizado por los obispos de oriente. Roma monopolizó este título. León I (440-461), sólido teólogo y excelente jurista es a la persona que los historiadores otorgan el título de papa en su significado real.
Volviendo a él término "católico", propiamente se usó en Roma en tiempos del Emperador Constantino (313 d. C.) para referirse a la Religión de todo el universo (territorio) conocido bajo su dominio imperial. Decir, "Religión Católica era equivalente a decir Religión del Imperio" Vale señalar que el término “católico” es históricamente el tronco común compartido por romanos, ortodoxos, anglicanos, luteranos y metodistas.
(Hans Küng. La Iglesia Católica. Editorial El Nacional. Colección Debate. Págs. 81-82. Caracas, Venezuela).
Por:
+ Mons. Dr. Jylmân Red Jurado. Ph.D
OBISPO ORDINARIO, METROPOLITANO Y DE LOS DERECHOS HUMANOS PARA VENEZUELA. COMISIONADO DE LA ORGANIZACIÓN MUNDIAL POR LA PAZ EN VENEZUELA (ROMA). COMISIONADO DE LA DEFENSORÍA INTERNACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS (CAPITULO VENEZUELA) Representada en la Comisión de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas en Ginebra.
Amados hermanos y amigos Anglicanos.
Que la Paz y el Amor de Dios manifestado en Cristo Jesús esté contigo y todos tus seres amados.
En cada espacio académico, diplomático y Jurídico, me han abordado a saber que soy un Ministro Anglicano, se hace mención histórica de que la Iglesia Anglicana es producto del capricho del Rey Enrique VIII.
Desde este contexto me cuestionó y dije: "La Iglesia Anglicana, ¿producto del capricho de un rey?
El otro día vi un video en YouTube en donde una persona le preguntaba a un sacerdote romano si podría asistir a una misa anglicana y comulgar ahí. El sacerdote, escandalizado, le dijo: «pero hija, ¿en qué estás pensando? La Iglesia Anglicana no es más que el resultado de un capricho del rey Enrique VIII que para satisfacer su lujuria se quiso divorciar de su legítima esposa y, por supuesto, el Papa le negó el divorcio porque es pecado el hacerlo. Entonces el rey, lleno de soberbia, creó su propia iglesia en la cual él se instituyó como cabeza absoluta, y de ahí en adelante la Iglesia Anglicana depende del soberano británico». Y por supuesto añadió lo que ya tanto hemos oído: que Jesús fundó una sola iglesia, que es la Iglesia Católica Apostólica Romana (ICAR).
Bueno, pues eso es lo que se ha difundido en nuestros países latinos y todo mundo que tiene más o menos escolaridad, cuando se le pregunta por la Iglesia Anglicana responden inmediatamente: «Sí, es la que fundó Enrique VIII porque el Papa no lo divorció de su esposa para casarse con Ana Bolena».
Para empezar diré que nadie sabe a ciencia cierta quién fundó la iglesia en Inglaterra, pero lo que sí sabemos es que ya por el Siglo III se hablaba de la «Ecclesia Anglicanae» y esto, por supuesto, fue muchísimo antes de la Reforma. No abundaré en detalles históricos, pero sí me interesa que pensemos en algunas cosas que han pasado por alto los que dicen que la Iglesia Anglicana fue fundada por Enrique VIII.
En primer lugar, el rey Enrique no fundó ninguna iglesia. Él era tan profundamente católico romano como cualquier tapatío. Odiaba con odio jarocho a los protestantes, tanto así que escribió un libro atacando a Lutero y su Reforma. Esto le valió que el Papa le concediera el título de «Defensor de la Fe», título que aún llevan los soberanos ingleses, a pesar de que la fe ya sea otra. Aunque el rey no le abrió las puertas de Inglaterra a la Inquisición por su antipatía con España, sus tribunales mandaron a la hoguera a todos los que predicaban la Reforma en Inglaterra.
Su separación con Roma no se debió a asuntos
de fe, sino de política y de una situación personal. Había sido obligado a
casarse con la viuda de su hermano que era mucho más grande que él y para
colmo, española.
Pero no fue ese el origen de su rechazo, sino que Catalina de Aragón, la reina, no le había dado un hijo varón, lo que era una urgencia para los reyes de aquel tiempo para continuar su linaje en el trono. Pero el rey era muy ojo alegre y ya había tenido amores con una hija de Lord Bolena y ahora, nada tonto, se había fijado en la jovencita Ana, quien muy astuta le dijo que no habría de «aquellito» si no se casaba con ella. Alentado por la pasión y aprovechando la ocasión para deshacerse del vejestorio de su esposa, pidió al Canciller del reino, el Cardenal Wolsey, que solicitara la anulación del matrimonio a Roma con el pretexto de que este no era válido por ser contrario a la ley canónica y a las Escrituras. Por supuesto que el Papa de mil amores le hubiera concedido el capricho sabiendo cómo se las gastaba el rey, pero, ¡oh desgracia!, los ejércitos de Carlos V, rey de España y sobrino de Catalina, la susodicha reina, estaban a las puertas del Vaticano y amenazaban con apresar al Papa. Así que no hubo más remedio que negarse a la petición de Enrique. El Pobre del Cardenal Wolsey regresó con las velas quebradas y por supuesto el rey le quitó todas las prebendas que tenía y puso como canciller a Tomás Moore.
Bueno, no faltó quién le dijera al rey que hiciera valer la Carta Magna en la que se establecía que Inglaterra no estaría bajo la autoridad de ningún soberano del continente, incluyendo al soberano pontífice. Ni tardo ni perezoso, Enrique se constituyó como cabeza de la Iglesia en Inglaterra y mandó al cadalso a todos aquellos que se opusieron a su nuevo matrimonio. Pero en lo religioso no hubo mayor cambio. Por el contrario, temiendo que los protestantes se aprovecharan de la situación, promulgó una serie de leyes que reforzaban las doctrinas de Roma, como el celibato obligatorio, la transubstanciación, la misa en latín, etc. Y la única concesión que les dio a los simpatizantes de la Reforma fue el permitir que la Biblia, ahora traducida al inglés, se colocara en todas las parroquias del reino, pero sin ser comentada ni mencionada en la predicación. Como las abadías se habían apropiado gradualmente de las tierras de cultivo y habían acumulado grandes riquezas, él mandó a disolver todas las órdenes, a confiscar los bienes de los monjes y a destruir muchos lugares de peregrinación para evitar que las órdenes monásticas acumularan más dinero.
Mi pregunta, a los que afirman que este señor fundó la Iglesia Anglicana, es la siguiente: ¿Y el pueblo inglés, si de veras era profundamente católico romano, por qué no hizo nada al respecto? Aquí, en nuestra patria ( Venezuela), hubo un conflicto entre el Presidente de la República y la jerarquía de la iglesia, y ya sabemos cómo acabó. ¿Sería porque le tenían mucho miedo al rey? Aún en el caso de que no lo hubieran podido desafiar, éste no era eterno. En cuanto cerró sus ojos para siempre, el pueblo hubiera exigido regresar la iglesia a la autoridad papal, sin embargo, no sucedió así. Hubo un intento con la reina María —apodada «Bloody Mary»— quien a sangre y fuego quiso volver a imponer el catolicismo romano en Inglaterra, lográndolo solo mientras vivió. Cosa curiosa, nunca tuvo el apoyo de todo el pueblo británico que la bautizó con el mote de «María la Sanguinaria» por toda la persecución e intolerancia que reinaron con ella. En lo que si son peras, o son manzanas, el protestantismo se había abierto paso en el reino y una gran cantidad de súbditos ingleses habían abrazado la fe calvinista en secreto. La actitud de intolerancia de la última reina había incentivado todavía más al pueblo a rechazar el dominio de Roma. Y para rematar esta situación, los que simpatizaban con la antigua fe eran los que deseaban la anexión a España, así que eran vistos como traidores a Inglaterra. En cuanto subió Isabel —hija del rey Enrique— al trono de Inglaterra, surgió de inmediato la incógnita: ¿Cuál era la religión oficial que iba a profesar tanto la reina como sus súbditos? Recordemos que en aquellos días la fe que profesaban los soberanos por ley tenía que ser la del estado y del pueblo.
El problema era muy grave, pues la decisión
de la reina decidiría el futuro del reino y podría provocarse una guerra entre
católicos y protestantes que daría al traste con la unidad del mismo tan
necesaria en esos días en que tanto España como Francia ambicionaban el trono
inglés. Esta gran mujer tuvo que tomar una decisión sabia que evitó una
revolución sangrienta. Proclamó el Acta de Uniformidad en donde se decía
claramente que no habría más que una iglesia en donde todos tenían cabida: la
Iglesia de Inglaterra —es decir, la Iglesia Anglicana— que tendría los
elementos básicos de ambas comuniones, de tal manera que tanto católicos como
protestantes sintieran que esta Iglesia satisfacía plenamente sus necesidades
espirituales. Por un lado se preservó la jerarquía que aseguraba la sucesión
apostólica, así como los sacramentos y la liturgia para impartirlos contenida
en el Libro de Oración Común, compuesto por el arzobispo mártir Cranmer, y que
era un compendio en inglés de todos los oficios y ceremonias de la iglesia. Por
otra parte, se le daba mucha importancia a la Biblia, enseñada y predicada, se
enfatizaba la doctrina de la salvación por la fe y se anularon todas las
prácticas supersticiosas que no estaban acordes con el texto sagrado. Se
suprimió el celibato obligatorio del clero, se daba la comunión en ambas
especies y todo se centró en Cristo.
Por supuesto no todos quedaron contentos con el así llamado «Arreglo Isabelino» y los católicos romanos extremos, animados por una bula papal en donde se desconocía a la reina y se le ofrecían indulgencias al que la matara, hicieron un complot para deshacerse de ella. Descubierto el plan y decapitados todos los cabecillas, incluyendo al embajador de España que era obispo, la situación de los católicos se complicó, pues se les consideraba sospechosos de traición a la corona y fueron privados de muchos de sus derechos como ciudadanos hasta fines del S. XVIII. Los Puritanos, por su parte, también presionaron para que la Reforma fuera más de fondo y bajo el liderazgo de Oliver Cromwell lograron, años más tarde, deshacerse del rey Carlos I y del Arzobispo Laud (quienes fueron decapitados), y se instauró el Presbiterianismo como la religión oficial. El pueblo inglés no estuvo de acuerdo y pronto, con el arribo de Carlos II al trono, se restableció el culto anglicano hasta nuestros días.
Si me dijeran que Isabel I fue la fundadora del Anglicanismo no me ofendería tanto porque, aunque no es completamente cierto, fue en ese período de la historia de Inglaterra que la Iglesia Nacional tomó la personalidad que tiene hasta hoy. Así que, por favor, ya no sigan diciendo que Enrique VIII fundó la Iglesia Anglicana porque eso no es cierto.
El anglicanismo, como lo conocemos hoy, fue
el resultado de la Reforma Inglesa que tuvo lugar en los días de Isabel, y que
poco tiene que ver con la Reforma continental de Martín Lutero.
LA REFORMA EN INGLATERRA
Por:
Arzobispo Carlos Rivero.
La
Reforma de los ingleses, se desarrolló por separado de los movimientos de
reforma de Alemania y Suiza, tiene sus raíces allá en los días de John Wicked,
cuya predicación anticlerical e hincapié en la BIBLIA engendró el espíritu de
protesta en Inglaterra. A su esfuerzo por traducir la BIBLIA al idioma inglés
se añadió el de otros. William Tyndale, quien tuvo que huir de Inglaterra,
tradujo su Nuevo Testamento en 1526, Tyndale fue víctima de una traición después
en Amberes, y estrangulado, y su cuerpo fue quemado en la hoguera. Miles
Conversable completó la traducción de Tyndale y la Biblia entera se publicó en
1535. Sin duda, la publicación de la Biblia en el idioma de la gente común fue
el factor más poderoso en sí solo en la Reforma en Inglaterra.
El
rompimiento formal con el catolicismo romano tuvo lugar cuando el rey Enrique VIII (1491-1547), nombrado
"Defensor de la fe" por el papa,
solicitó de Clemente VII la nulidad de su matrimonio con Catalina de Aragón,
tía del rey Carlos V de España. El papa quién había tenido guerra con el
monarca español por asuntos políticos con Francia, estaba prisionero de Carlos
V en el castillo San Angelo (Roma); y le negó ese privilegio al monarca inglés,
quien decidió solicitar al parlamento la ruptura con la Sede Romana. Y se
aprobó el Acta de Supremacía (1534), que permitió a los ingleses volver a los
orígenes de la iglesia nacional de Inglaterra y se estableció a sí mismo como cabeza
de la Iglesia Anglicana.
Enrique
VIII también clausuró los monasterios y dividió la propiedad de éstos entre la
alta burguesía inglesa. Además, ordenó que en toda Iglesia hubiera una Biblia
en inglés. Sin embargo, la acción de Enrique era más política que religiosa. Lo
que él quería era independencia de la autoridad papal, especialmente con sus
asuntos maritales. En sentido religioso siguió siendo católico, pero sin el
papa.
Fue durante el largo reinado isabelino (1558-1604) con Isabel I de Inglaterra cuando la Iglesia Anglicana se hizo protestante en la práctica aunque siguió siendo mayormente católica en estructura. Abolió la lealtad al papá, el celibato sacerdotal, la confesión sacramental (auditiva-privada) y otras prácticas y devociones católicas, pero retuvo la forma episcopal de estructura eclesiástica en su jerarquía de arzobispo y obispos, así como órdenes de monjes y monjas. Los puritanos exigían una reforma más completa para purificar de todas las prácticas católicas romanas a la Iglesia; los separatistas e independientes insistían en que los asuntos eclesiásticos estuvieran a cargo de presbíteros locales. Muchos disidentes huyeron a los Países Bajos o a la América del Norte, donde desarrollaron a mayor grado sus Iglesias congregacionalistas y bautistas. También surgieron en Inglaterra la Sociedad de Amigos (cuáqueros) bajo el liderazgo espiritual de George Fox (1624-1691) y los metodistas bajos John Wesley (1703-1791). La Reforma despertó en la gente una sed de libertad y el deseo de una ciudadanía superior y más pura.
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REFLEXIONES DEL OBISPO
IGLESIA ANGLICANA: CATOLICA Y EVANGELICA
La vida de la Iglesia anglicana mantiene el difícil equilibrio entre estos dos conceptos espiritualmente básicos, dos actitudes o posturas ante la vida de la Iglesia: “Católico” y “Evangélico”.
Estos dos elementos se encontraron en la vida de la iglesia de Inglaterra desde sus orígenes. El cristianismo céltico primitivo, mucho antes de que llegara San Agustín y su misión, sencillo en su fe, misionero en su carácter, era la Iglesia que proclamaba el Evangelio a la situación circundante.
Entonces vino, en la tradición sacerdotal, la organización católica y la disciplina de la misión del Papa Gregorio. Y así, al principio de la iglesia de Inglaterra, encontramos combinados los elementos evangélico y católico. Agustín no pudo nunca granjearse la confianza de aquellos cristianos célticos primitivos, pero Teodoro pudo juntar estos elementos y conseguir una reconciliación entre las dos actitudes.
En la Reforma, estos dos elementos estuvieron ciertamente presentes; los reformadores continentales fueron mucho más allá que la Iglesia en Inglaterra, y abandonaron muchas de las antiguas formas católicas de liturgia y ministerio; en el otro extremo estaban aquellos que se resistieron a la Reforma. En el punto medio, la Iglesia de Inglaterra pudo aceptar la Reforma y renovar su vida por la apelación a la Sagrada Escritura; pero no por ello tenía que ser forzada a abandonar los tesoros de la Iglesia Católica.
Más tarde vinieron los dos grandes movimientos de renovación en la vida de la Iglesia, el “revival” evangélico en el tiempo de Wesley e inmediatamente después el Movimiento de Oxford, con Newman, Pusey y Keble, que comprendieron la gran necesidad de recuperar el carácter católico de la Iglesia en su doctrina, disciplina y liturgia. Estas fueron dos actitudes completamente distintas a la renovación espiritual, y sin embargo ambas han sido incorporadas en la vida de la Iglesia Anglicana.
Es responsabilidad nuestra como anglicanos, el que representemos plenamente, en cualquier parte del mundo en que nos encontremos, este equilibrio de la verdad. Esta misión es sumamente difícil, porque es muy humano el suspirar por una vida sin tensiones. Nos disgusta ser impelidos de un lado para otro, y con frecuencia suspiramos por una autoridad que nos señale el camino que debemos seguir, de suerte que podamos sentarnos y descansar cómodamente en nuestras convicciones. Si esto es lo que deseamos, jamás seremos felices en la Iglesia Anglicana.
Los anglicanos jamás hemos vivido sin tensiones; la tensión espiritual entre los dos elementos que sólo podemos vislumbrar por el momento pero que, al ser contemplados a plena luz, demostrarán ser una y la misma cosa. Los anglicanos que pretendan vivir sin esta tensión básica, que pertenece a la naturaleza misma del Anglicanismo, o bien busca la palabra autoritaria de la iglesia de Roma, o son tan extremadamente protestantes como para ser anglicanos sólo de nombre.
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DR. RENNY VÁSQUEZ VIZCAYA
OBISPO ANGLICANO
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LA AVENTURA DE LA FE
Por: Arzobispo Dr. Carlos Rivero Pérez.
La Carta a los hebreos nos define la fe como "la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve" (11:1). Este concepto bíblico de la fe se denomina: "fe adulta". Entendemos, pues, por fe adulta, aquella que asume todo los riesgos y, sin apoyarse, confía, permite, se entrega, se abandona.
La fe adulta salta al vacío, vacío de seguridades, evidencias y demostraciones. Por ejemplo, la fe adulta admite no estar en contra de la razón, ni la razón estar en contra de la fe, sino que ambas se complementan mutuamente. La fe adulta comprende que los Evangelios son históricos y que los valores fundamentales de la fe resisten el desafío de las ciencias.
La fe adulta tiene su modelo prototipo en la persona del patriarca Abraham, quien dejó a un lado las reglas del sentido común, explicaciones y demostraciones, y dió el salto al vacío abandonándose por completo en Dios que lo mando salir de su parentela en Ur de los Caldeos para ir fiado en la promesa de Dios que le dará una tierra nueva de provisiones que maná leche y miel; y que además le dará una descendencia tan numerosa como las estrellas del cielo y la arena de las playas marinas.
Una de las características de la fe adulta es la adhesión vital a la persona de Dios. Abraham confío y se lanzó en las manos de Dios. La fe adulta no es una acrobacia intelectual, sino una adhesión comprometida con Dios. Se trata, pues, de una adhesión vital que involucra a toda la persona: su confianza, su fidelidad, su asentimiento intelectual y su adhesión emocional, y así compromete su vida y su historia por completo. Ésta es la fe que hizo caminar a Abraham por el desierto en presencia del Señor, es decir, Dios fue su inspiración, su motivación, su fuerza, su normativa moral y su amigo incondicional.
La fe adulta de Abraham lo llevó a romper con toda una situación establecida y ponerse, a los 75 años de edad, en camino hacia un mundo incierto, sin saber a dónde iba. Esta es la aventura de la fe. Se corre todos los riesgos, nunca se está seguro, se salta a un precipicio, es decir, a un vacío de seguridades y en plena oscuridad, se queman las barcas en la arena de las playas y se enfrenta la realidad confiando sólo en Dios. Lo contrario es la "fe infantil" que es aquella que para entregarse necesita apoyo, seguridades, tranquilizantes para suavizar el miedo al salto al vacío. La fe infantil se apoya en seguridades, en falsas seguridades y apologéticas.
Ha
llegado la hora, en que han caído todas esas seguridades, y creer será una
aventura de confianza, abandono y adhesión a Dios mediante la oscuridad de la
fe. Creer es caminar en el desierto entre sombras y sin estrellas. Pero con la
certeza de lo que está por delante y la convicción de lo que no es visible a
los sentidos, sino al espíritu.
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